La comunidad internacional ha mirado para otro lado y no ha tenido un interés real por afrontar de modo integral el problema de la pesca ilegal en aguas de Somalia. Ni siquiera se dio a la operación Atalanta un mandato en este sentido con el fin de ejercer una acción coercitiva sobre aquellos pesqueros sospechosos de faenar ilegalmente. Se ha limitado a monitorizarlos sin más.
En junio de 2014 Somalia declaró su Zona Económica Exclusiva de acuerdo con la Convención sobre el Derecho del Mar (UNCLOS). Esto quiere decir que ahora son sus autoridades las que deben autorizar la pesca hasta el límite de las 200 millas desde la costa. Y el barco que desee faenar dentro de ese límite deberá comprar una licencia. Se trata de un paso necesario, pero no suficiente para terminar con la pesca ilegal. Lógicamente, sólo cuando las autoridades somalíes dispongan de medios para vigilar sus aguas podrán hacer frente con eficacia a este fenómeno.
El pasado mes de mayo el
alcalde del municipio de Eyl, que fue una antigua base pirata, se quejaba de que varios pesqueros extranjeros faenaban ilegalmente cerca de la
costa.
Y
hace
algo más de un año las autoridades de Puntlandia (la región de
Somalia más afectada por la piratería) aprobó una legislación para prohibir la
pesca
ilegal, obligando a todos los barcos extranjeros a registrarse. Es más,
su guardia costera ha sido capaz de arrestar a varios pesqueros
yemeníes por faenar ilegalmente. Sus autoridades también han
pedido ayuda a la comunidad internacional.
En efecto, la
falta de capacidades de las autoridades somalíes para controlar sus aguas fue una de las causas que
permitieron el surgimiento y auge de la piratería somalí.
Esta misma semana hemos conocido un informe, en este caso de Secure Fisheries, un programa de la fundación One Earth Future, que ha sido desarrollado como parte del proyecto Oceans Beyond Piracy. Según el mismo, la pesca ilegal en Somalia se ha multiplicado por veinte desde el año 1981. Y los pesqueros ilegales extranjeros extraen tres veces más pescado que la flota artesanal somalí.
La lista de naciones cuyos pesqueros han faenado en aguas somalíes es amplia e incluye, sobre todo, países asiáticos y europeos (incluidos los españoles desde la década de 1980).
En el caso concreto de España la siguiente gráfica muestra la evolución de las toneladas pescadas en aguas somalíes por barcos con bandera española:
El descenso de las capturas a partir del 2003 puede relacionarse con el aumento de los ataques piratas. Pero aquí surge una pregunta inquietante: el aumento de las capturas a partir del año 2011, ¿puede deberse al hecho de que los pesqueros que navegan bajo bandera española están ahora protegidos por vigilantes privados gracias a los cambios legales ocurridos a finales del año 2009?
John Steed, responsable del proyecto para el área del Cuerno de África, afirma que, de la misma forma que la pesca ilegal fue el pretexto para la aparición de los piratas somalíes, se corre el riesgo de que los piratas vuelvan de nuevo.
Sin embargo, en mi opinión, el final de
la piratería en Somalia es un hecho. Los piratas no han sido capaces de secuestrar un barco que les proporcione un rescate desde hace tres años y medio (el último en mayo de 2012). Prácticamente, todos los barcos, incluidos muchos pesqueros, que navegan en aguas del Índico occidental llevan embarcados vigilantes armados. La posibilidad de sufrir un secuestro en esas condiciones es sencillamente nula.
Ni siquiera parecen tener suerte los piratas cuando atacan pesqueros extranjeros sin equipos de vigilantes a bordo. La tripulación de un pesquero iraní capturado el pasado mes de marzo logró escapar cinco meses más tarde de sus captores por el sencillo método de cortar el ancla. Se trata de un hecho inaudito y que confirma que los piratas somalíes ya no son lo que eran. Cuesta mucho dinero mantener un barco secuestrado. Hay que pagar a los vigilantes, comprar alimentos para los secuestrados, contratar a un negociador... En efecto, montar una operación para secuestrar un buque no es barato. Como ya vimos en el período de auge de la piratería somalí (2008-2011), requiere de la presencia de inversores dispuestos a arriesgar su dinero. ¿Quién invertiría en un negocio en el que hace tres años y medio que no se obtiene ningún ingreso?
Mientras se desarrollaron las acciones de los piratas somalíes, los pescadores
locales se
vieron, en parte, beneficiados, dado que los pesqueros extranjeros se
alejaban
de la costa por temor a ser secuestrados. Por ello, es cierto que el fin de la piratería somalí está propiciando que, de nuevo, pesqueros extranjeros se acerquen a las
aguas de Somalia, que cuenta con 3.300
kilómetros de costa. Y, otra vez, se están produciendo
actos de pesca ilegal. Se estima que Somalia pierde por dichos actos unos 300 millones de dólares
cada año. Como Naciones Unidas calculaba el PIB de Somalia en 2012 en unos 1.200 millones de dólares,
podemos concluir que se está robando el equivalente al 20% de su riqueza
nacional.
Por todo ello, no creo que la presencia de pesqueros extranjeros en aguas somalíes pueda suponer un repunte de los actos piratas. Es verdad que podrían capturar algún pesquero yemení, egipcio o iraní. Pero la posibilidad de obtener un rescate por ellos sería escasa. Y, por lo tanto, no parece previsible que vuelvan los ataques piratas a gran escala que acecharon todo el Índico occidental entre los años 2008 y 2011.
En mi opinión, la pesca ilegal es, sin duda, otra forma de piratería. Debe atacarse per se y no es necesario relacionarla con una supuesta amenaza de que vuelvan las acciones de los piratas somalíes. Los secuestros de buques mercantes, de pesqueros extranjeros, el pago de rescates no volverán... al menos, mientras la industria siga protegiendo a sus barcos con vigilantes armados.