7 de octubre de 2015

30 años del secuestro del Achille Lauro


Achille Lauro fue un conocido armador italiano, cuyo apellido dio nombre a una de las flotas italianas más importantes. Propietario de una enorme fortuna, fue alcalde de Nápoles a mediados del siglo XX y acusado, como tantos otros políticos de aquí y de allá, de dedicar excesivos recursos a la construcción, así como a la corrupción, la compra de votos, etc. Se le llamaba el Onasis napolitano… Además, en su vejez pudo ser testigo de cómo su imperio se venía abajo. Como puede verse, el nombre de Achille Lauro tiene desde sus inicios una imagen controvertida.

El 7 de octubre se cumplen 30 años del secuestro del Achille Lauro, uno de los cruceros de su flota. Este barco fue capturado por un comando palestino en pleno Mediterráneo, mientras navegaba de Alejandría a Port Said. El crucero había partido de Génova con casi 500 pasajeros en un viaje de 11 días de duración que haría escala en Egipto antes de llegar a Israel. Al parecer, la intención de los terroristas era arribar a la ciudad israelí de Ashdod, pero fueron descubiertos por un camarero y tuvieron que secuestrar el barco antes de lo previsto.

Los cuatro captores eran militantes del Frente de Liberación Palestina de Abu Abbas. Con parte de los pasajeros y de la tripulación como rehenes (la mayoría habían desembarcado para visitar las pirámides), los secuestradores llevaron el buque hacia Tartus (Siria), y exigieron la liberación de 52 presos palestinos encarcelados en Israel. Las autoridades sirias no les dejaron atracar allí, por lo que decidieron matar a un pasajero: Leon Klinghoffer, un judío norteamericano, de 69 años y discapacitado. A continuación, tiraron su cuerpo por la borda. 




El Achille Lauro se dirigió de vuelta a Port Said y, tras unas 50 horas de negociaciones, los secuestradores aceptaron abandonarlo a cambio de escapar en un vuelo comercial egipcio hasta Túnez. Ronald Reagan, entonces Presidente de los Estados Unidos, hizo interceptar el avión mediante cazas que lo condujeron hasta una base de la OTAN en Sicilia. 

Los cuatro secuestradores fueron detenidos por Italia, pero al resto de pasajeros del avión se les permitió seguir el viaje. Entre ellos estaba el líder del grupo terrorista, Abu Abbas. A pesar de las protestas de Washington, Abbas fue considerado un simple testigo por las autoridades italianas y autorizado a dejar el país. Posteriormente, fue condenado en rebeldía a cadena perpetua por un tribunal italiano.

Abbas vivió en Túnez durante la década de 1980, aunque después se refugió en Bagdad. En abril de 2003 y en el contexto de la invasión de Irak, fue capturado por soldados norteamericanos en la capital iraquí, donde vivía desde hacía una década. Parece que después del comienzo de la guerra de Irak, intentó refugiarse en Siria, pero el régimen de Bachar el Asad se lo impidió.

En 2009 salió de la prisión de Palermo el último de los cuatro secuestradores. Se trataba de Yusef Magied al-Molqu, el líder del grupo, puesto en libertad por buen comportamiento, tras cumplir una condena de 23 años.

Apenas cuatro días antes de ser puesto en libertad, se conocía otro incidente en que estaba involucrado un crucero. En la noche del 25 de abril de 2009 piratas somalíes asaltaban otro crucero italiano, el MSC Melody. En el momento del ataque se encontraban más de 1.500 personas a bordo: 991 pasajeros y 536 tripulantes. El ataque se produjo desde una  zodiac con seis personas armadas con fusiles Kalashnikov, que hicieron fuego contra el barco impactando en el casco por encima de la línea de flotación. El barco consiguió repeler el ataque gracias a las maniobras evasivas del capitán, el apagado de todas las luces exteriores y el uso de pistolas y cañones de agua por el equipo de seguridad del buque. El crucero sería posteriormente escoltado por el Marqués de la Ensenada, petrolero de flota de la Armada española. 


Cambios en la legislación internacional

El secuestro del Achille Lauro fue importante, entre otras razones, porque marcó un antes y un después en la  legislación internacional relacionada con la seguridad marítima. Curiosamente, a los secuestradores del buque no se les pudo acusar de piratería. El motivo fue que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (la CONVEMAR o la UNCLOS, por sus siglas en inglés) define como piratería aquellos actos de violencia cometidos con un propósito personal (económico, privado) por la tripulación o los pasajeros de un buque privado contra otro buque en alta mar. Por ejemplo, el caso típico es el secuestro por piratas somalíes del atunero Alakrana o del portacontenedores norteamericano Maersk Alabama, que daría lugar a la película Capitán Phillips.

En el caso del Achille Lauro no se pudo considerar un acto de piratería por dos razones:

1.  Porque su objetivo no era económico (ese fin privado del que se habla en la definición de la CONVEMAR) sino político.

2. Además, los secuestradores eran pasajeros del propio buque, por lo que podían recibir la consideración de amotinados, no de piratas, dado que el ataque no se había producido desde otro buque.


Esta importante laguna condujo a la aprobación tres años después del secuestro del Achille Lauro, en 1988, del Convenio contra la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la navegación marítima (también denominado Convenio SUA).

El Convenio SUA, a diferencia de la CONVEMAR, se centra en actos terroristas ocurridos en el mar y que están motivados políticamente. 

Lógicamente, también se cambiaron las medidas de seguridad a bordo de los cruceros. El control de los equipajes y de las personas se hizo común tras el secuestro del Achille Lauro.


Hundido frente a las costas de Somalia 

En noviembre de 1994 el Achille Lauro se hundió a unos 250 kilómetros de la costa de Somalia, debido a un incendio ocurrido en su sala de máquinas. 

En el momento del suceso se celebraba una fiesta a bordo. Unas mil personas (la mitad de ellos pasajeros alemanes, británicos, holandeses e italianos) se encontraban a bordo. En el accidente murieron por infarto dos pasajeros y ocho resultaron heridos.  



Un petrolero panameño y dos mercantes, uno griego y otro liberiano, rescataron a los náufragos. El buque se dirigía hacia las Seychelles y Durban, en Sudáfrica. Entre sus pasajeros se encontraba Roy Boltman, un mago sudafricano, quien, por segunda vez en apenas tres años, se salvaba de un naufragio en alta mar, tras sobrevivir al hundimiento de un buque griego en aguas sudafricanas. Se dice que ayudó a muchos pasajeros a subir a los helicópteros de rescate y que, incluso, salvó al perro del capitán y liberó a sus canarios. 


También estuvo en Tenerife

En 1982 el Achille Lauro sufrió otro incendio cuando se encontraba bajo secuestro judicial en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Un Juzgado no permitió que zarpara ya que había una orden de embargo sobre el barco por una deuda de 39 millones de pesetas a una compañía alemana de contenedores. Y también una empresa comercial griega y la propia tripulación del trasatlántico, que no había cobrado parte de sus salarios, actuaron contra la naviera. El crucero estuvo un año retenido por diversos embargos. Para poder dejar el puerto, tuvo que pagar unos 40 millones de pesetas a la empresa española CEPSA. El ocaso de la naviera Lauro era un hecho.

Por cierto, que llegó a estrenarse incluso una ópera dedicada a este secuestro y llamada The Death of Klinghoffer (La muerte de Klinghoffer, en honor al ciudadano norteamericano asesinado por los terroristas). También con controversia porque, según algunos, se glorificaba al terrorismo y parecía antisemita. Así lo creían, al menos, las dos hijas del asesinado. 

En fin, como puede verse, todo lo relacionado con el Achille Lauro parece estar condenado. Algunos lo han llegado a llamar un "barco maldito".

Entre su pasaje había tres españoles, uno de ellos el cantante del crucero. Su repertorio, que incluía canciones en hebreo, lo convirtió inmediatamente en sospechoso de ser judío. A pesar de que el capitán del buque y su pasaporte decían que era español, fue amenazado de muerte por los terroristas. Tras varios meses en tierra, decidió superar el miedo con una terapia de choque. Volver a trabajar en el mismo barco.
 
Fernando Ibáñez.
Original publicado en el Observatorio de CISDE

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