El
enfoque para determinar los factores explicativos que han dado lugar a la eclosión de la
piratería somalí en estos últimos años debe ser multicausal. En primer lugar,
parte del reconocimiento de la existencia de un elemento geoestratégico favorable
que se potencia al combinarse con otro de índole tecnológica. Por la franja que
representa el Golfo de Adén y el estrecho de Bab el Mandeb navegan más de 20.000
buques cada año. El 90% del comercio internacional circula por mar. Además, el
desarrollo tecnológico permite que muchos de esos barcos puedan navegar con
tripulaciones muy limitadas, lo que reduce notoriamente los gastos de la
industria naviera. Sin embargo, esto provoca el riesgo de que la necesaria
vigilancia y observación de las proximidades del barco no pueda desarrollarse
durante las 24 horas del día o que, en caso de sufrir un ataque pirata, el
número de tripulantes sea insuficiente para hacer frente a un intento de
abordaje. Y los medios necesarios para desarrollar la práctica pirata en
Somalia no son excesivos: lanchas rápidas enviadas desde barcos, a menudo, previamente
secuestrados, fusiles automáticos, lanzagranadas y un GPS para orientarse y
localizar barcos en las proximidades.
Otra
causa está relacionada con un contexto geopolítico internacional que, con el
final de la Guerra Fría, ha dado menos importancia a la presencia de buques de
guerra en ciertos puntos estratégicos. La piratería somalí ha cambiado en
parte, esta realidad, con la reunión desde finales del año 2008 de la mayor
concentración de navíos que se recuerda de las últimas décadas, en este caso,
en el Océano Índico occidental.
Asimismo,
la ausencia o la indefinición de medidas legales en el Derecho internacional y
en los códigos penales de muchos Estados para luchar contra la piratería también impide
el desarrollo de una eficaz labor represora: la captura y posterior liberación
de presuntos piratas no parece el mejor ejemplo para evitar su proliferación.
Tampoco
los desastres naturales parecen ayudar a la maltrecha economía de Somalia. Si
en el invierno de 2004 un maremoto originado a miles de kilómetros de distancia
originó un tsunami que destruyó buena parte de las escasas
infraestructuras pesqueras de la costa oriental somalí, en el verano de 2011 se
vivió la peor sequía en el Cuerno del África en 60 años. Cabe reseñar que los
efectos del tsunami se hicieron sentir en especial sobre las áreas
pesqueras de Puntlandia, región donde se han concentrado buena parte de las
bases piratas. Algunos intentos de explicar los cambios en la frecuencia de la
piratería haciendo referencia al tsunami de 2004 y la destrucción de
medios de vida marítima parecen convincentes.
Otro factor explicativo es que los
abultados rescates pagados para recuperar a los barcos y sus tripulaciones, los
miles de dólares en manos de cientos de jóvenes somalíes que pueden comprarse
casas o vehículos de gran cilindrada con los que mostrar su opulencia,
constituyen una oferta que muchos no podrán rechazar.
En
resumen, unas causas tienen relación con la situación política interna,
fundamentadas en la persistencia de una guerra civil desde hace dos décadas, la
corrupción política, la proliferación de armas, la lucha por el control de la
ayuda humanitaria internacional y la ausencia de medios para desplegar acciones
de vigilancia costera. Y otras correlacionan mejor con factores
socio-económicos: la miseria, la ausencia de oportunidades de trabajo
alternativas, el expolio durante años de los recursos marinos por parte de
flotas extranjeras y la presencia de residuos tóxicos en las aguas somalíes.
Con
todo, el Grupo de Supervisión para Somalia de la ONU señala en su informe de
2010 que las causas socioeconómicas y los agravios de las comunidades pesqueras
somalíes contra los buques extranjeros que dañan o explotan ilícitamente los
recursos marinos somalíes son, en realidad, “factores secundarios y a veces de
importancia periférica para comprender y prevenir el fenómeno de la piratería”.
Y advierte que las dos bases piratas más importantes, Puntlandia y Somalia
central, no se caracterizan por estar próximas a las rutas de navegación
marítima ni por su pobreza. La costa de Somalilandia es la más cercana a las
rutas de navegación internacionales que pasan por el Golfo de Adén y Bab el Mandeb,
por lo que debería ser la zona de operaciones más codiciada por los piratas.
Sin embargo, las autoridades de Somalilandia se han mostrado firmes contra la
piratería, a pesar de sus escasos medios. No ocurre así en Puntlandia.
El
argumento de la pobreza explica sólo una parte del problema, pero no explica
por qué la piratería somalí se inició en partes relativamente ricas del país y
por qué ha aumentado en Somalia y no en otros países con un alto nivel de
pobreza. La piratería parece explicarse mejor por la ausencia de unas
instituciones locales fuertes. De ser cierta esta hipótesis, el alivio de la
pobreza serviría de poco para reducir la piratería de modo significativo y sólo
debe plantearse como una estrategia complementaria a otra que resulta
fundamental: el fortalecimiento de las instituciones locales. Los piratas pagan
a las autoridades locales y regionales parte de los rescates que obtienen para seguir desarrollando su actividad con impunidad. El factor principal que explica la piratería somalí,
además del pago de rescates, es, pues, la corrupción.
©Fernando Ibáñez.