Habitualmente,
escuchamos a los portavoces piratas de Somalia argumentar que la pesca ilegal
que desarrollan flotas pesqueras de diversos países en su dominio marítimo les
ha obligado a proteger sus recursos naturales y que, producto de dicha
sobreexplotación, han decidido lanzarse al mar a capturar pesqueros. Según esta
versión, el origen de la piratería somalí se encontraría en la actividad de
antiguos pescadores somalíes que se habrían reconvertido en piratas para atacar
y capturar a los pesqueros que se inmiscuyen de modo ilegal en sus aguas. Este
tipo de pesca se suele denominar ilegal, no declarada y no reglamentada o IUU,
por sus siglas en inglés (Illegal,
Unreported and Unregulated). Se trata, con todo, de un
problema regional. Mays estimó en 2007 que Mozambique y Tanzania pierden más de
1.000 millones de dólares al año como resultado de la pesca ilegal, la
destrucción de arrecifes y el agotamiento de muchas especies.
Durante años han
llegado a las aguas somalíes pesqueros de Francia, España, Corea del Sur,
Grecia, Reino Unido, Ucrania, China, Taiwán, Yemen, Arabia Saudí, Rusia, India,
Egipto, Pakistán, Japón o Belice, muchos de ellos con banderas de conveniencia
para eludir las distintas normativas existentes sobre límites de capturas,
entre ellas, las de la Unión Europea. Un informe de 2005 del Departamento para
el Desarrollo Internacional del Reino Unido estimó que los somalíes perdieron
100 millones de dólares en la pesca ilegal de atún y de camarón en su Zona
Económica Exclusiva entre 2003 y 2004. La Comisión Europea en un análisis de
2007 sentenció que “más del 50% del total de las capturas en Somalia, Liberia y
Guinea Conakry son practicadas de manera ilegal”. Más recientemente, en la
Conferencia de Estambul de 2010, Naciones Unidas calculó que cada año se
perdían 95 millones de dólares de ingresos que podían haberse obtenido de la
exportación de productos pesqueros, como resultado de las actividades de pesca
ilegales.
Según la FAO,
unos 700 buques de compañías extranjeras faenan de manera ilegal en la zona de
Somalia. En 2009 Waldo identificó incluso por su nombre los barcos que entre
los años 1991 y 1999 fueron capturados por pescadores somalíes. La lista
incluye los taiwaneses Yue Fa nº
3, Chian Yuein nº. 232,
Shuen Kuo nº 11,
los italianos Airone,
De Giosa Giuseppe y
Antonietta y
el keniata Bahari Hindi.
A la lista se suman pesqueros coreanos, ucranianos, indios, egipcios y
yemeníes, mientras que “muchos cerqueros españoles, infractores frecuentes”
lograron evadir su captura en varias ocasiones.
El resentimiento
por la pesca ilegal en sus aguas sí parece ser compartido por una amplia
mayoría de somalíes, según se afirma en un estudio de Hansen de 2008, con
entrevistas a pescadores de la zona. España figura en el imaginario somalí como
uno de los países que más se beneficia de la pesca ilegal en sus aguas. Waldo estimó
en 2009 en más de 450 millones de dólares los beneficios producidos por la
pesca de atunes, langostas, camarones y otras especies por pesqueros
extranjeros en aguas de Somalia.
En 2009 Weir sugirió
en un estudio que ante la falta de respuesta de la comunidad internacional, los
pescadores somalíes se organizaron en bandas locales de
"guardacostas" para proteger sus medios de subsistencia y los
recursos marinos de Somalia. Abordaban buques extranjeros y exigían una
indemnización por los peces capturados. Muchos armadores negociaron con señores
de la guerra locales para obtener "licencias de pesca", que eran
ilegales, dado que los clanes no tenían autoridad legal para emitirlas. El Grupo
de Supervisión para Somalia de Naciones Unidas informó en 2006 que los permisos
de pesca pueden costar hasta 150.000 dólares anuales por barco y que se expiden
sin tener en cuenta ninguna de las reglamentaciones internacionales ni la
sostenibilidad a largo plazo de las pesquerías, por lo cual la pesca es
indiscriminada y a la larga degradará los bancos pesqueros somalíes. Las
milicias locales descubrieron que el negocio de otorgar licencias de pesca era
muy lucrativo y no pasó mucho tiempo antes de que otros grupos, que ya no eran
pescadores, se unieran para conseguir su parte. En junio de 2010 el Ministro de
Pesca y Recursos Marinos de Somalia declaró a Radio Mogadiscio que “la pesca
ilegal no está teniendo lugar actualmente alrededor de Somalia”, dado que la
flota internacional que patrulla las aguas somalíes en el Océano Índico y el
Golfo de Adén ha hecho mucho por detener las actividades ilegales. Asimismo,
señaló que la proliferación de la piratería había asustado a muchos arrastreros
ilegales que ya no osaban aventurarse en aguas somalíes. Por último, afirmó que
el Gobierno ya no emitía licencias de pesca a buques extranjeros para faenar en
Somalia con el fin de contrarrestar el agotamiento de sus recursos marinos.
Hasta el año
2005 los ataques piratas ocurridos cerca
de la costa de Somalia sí que tenían su origen, principalmente, en la acción de
pescadores locales que buscaban defender sus recursos de la acción de pesqueros extranjeros que
practicaban la pesca ilegal. Sin embargo, desde los primeros compases del año
2005 se incrementa notablemente una
piratería que ya no puede fundamentarse principalmente en la defensa de los recursos pesqueros, ya que se ataca
todo tipo de buques, desde petroleros hasta
yates. En nuestra opinión, es a partir de ese año cuando la piratería de
origen somalí se incrementa notablemente
hasta el punto de que comienza a considerarse un problema de seguridad marítima. Lo cierto es que los piratas
somalíes no sólo atacan pesqueros extranjeros sino cualquier barco que navega
en el Océano Índico occidental. De hecho, lo más frecuente es que sean
asaltados cargueros, buques portacontenedores o de grano. Sólo un 8% de todos
los barcos atacados entre los años 2005 y 2010 fueron pesqueros.
Por tanto, sin
negar que la sobreexplotación ilegal de sus aguas puede haber animado a algunos
somalíes a convertirse en piratas, particularmente en el área de Kismayo a
finales de los años 1990, mantener en la actualidad la afirmación de que los
piratas somalíes son la respuesta a la pesca ilegal en sus aguas parece más una
justificación del discurso de los piratas ante los suyos o ante los medios de
comunicación occidentales que una realidad sustentada por los hechos. En todo
caso, e independientemente de que la justificación para hacerse pirata puede
variar de unas regiones a otras y entre grupos de piratas de una misma región,
la comunidad internacional debería luchar con más intensidad contra la pesca
ilegal en aguas somalíes, aunque sólo sea para eliminar uno de los argumentos
dados por algunos portavoces piratas.
©Fernando Ibáñez.
©Fernando Ibáñez.
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