Hace ya cinco años tuve ocasión de presentar una ponencia en el XVIII Curso Internacional de Jaca que se desarrolló bajo el título Medios de comunicación y operaciones militares. Mi propuesta, titulada Los medios de comunicación ante el secuestro de ciudadanos españoles en el extranjero: lecciones aprendidas de dos casos recientes.
El objetivo de mi ponencia era analizar la cobertura realizada por algunos medios de comunicación españoles del secuestro del
atunero Alakrana por piratas somalíes en
el Océano Índico en octubre de 2009 y de tres cooperantes catalanes en Mauritania por Al-Qaeda en diciembre
de 2009, con el fin de extraer unas
lecciones aprendidas que ayudasen al diseño de una política de comunicación pública y de relación con los media durante la gestión de una crisis provocada por la acción de una amenaza
asimétrica que pretende el chantaje del
Gobierno con amenazas a la seguridad de ciudadanos españoles en el extranjero.
Esta tarde me ha venido a la memoria el contenido que entonces escribí ante lo publicado por algunos medios de comunicación, en esta ocasión, en relación con el accidente de un helicóptero del Ejército del Aire que cayó al mar hace seis días a unos 40 kilómetros de la costa del Sáhara occidental.
El juez que lleva a cabo la investigación del siniestro levantaba poco antes de las 14 horas de hoy el secreto del sumario y comunicaba al Ministro de Defensa "que se ha encontrado en el fondo del mar la cabina" del helicóptero. A continuación, el Ministro informaba de la situación a las familias. También los medios recogían que esta misma tarde Defensa aportaría más información.
Sin embargo, en torno a las 17 horas varios medios informaban en sus ediciones digitales de que se habían encontrado los cadáveres de los tres militares en la cabina. Ejemplos los había variados, aunque aquí lo ejemplificaré con el publicado por el diario Levante.
Minutos después, el propio diario modificaba el titular y se limitaba a informar del hallazgo de la cabina hundida en el fondo del mar.
Otro medio de comunicación, en este caso, Público, aún mantenía en el momento de escribir estas líneas (pasadas las 21 horas, hora local peninsular) que los restos de los tres militares "se hallan en la cabina del aparato, según dos fuentes coincidentes consultadas por Público". Y el titular bajo el que se presentaba la noticia como portada de su edición digital ofrecía pocas dudas:
Poco parecía importar que el Ministerio de Defensa hubiera informado sobre las 19 horas que el juez no tenía constancia de ello. No es necesario reseñar la escasa empatía mostrada por algunos medios hacia unas familias a las que cabe imaginar desconsoladas y sufriendo una enorme tensión desde hace seis días.
Por lo que pueda ocurrir de ahora en adelante y, sea cual sea la suerte de nuestros compatriotas, no puedo evitar recordar las seis recomendaciones que planteé hace cinco años a propósito del secuestro de ciudadanos españoles en el extranjero:
1. La prudencia
y la discreción son imprescindibles y obligan a todos: responsables públicos,
periodistas y familiares. Como advirtiera el entonces Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, a propósito del secuestro de los tres cooperantes catalanes: “una de las conclusiones que se extrajo del secuestro del Alakrana
es que la prudencia y la discreción tienen que mantenerse, porque si no estaríamos dando pistas a los secuestradores como se dieron pistas
desgraciadamente a los piratas”.
2. Un elemento
fundamental de una buena política de comunicación es la relación con las familias de los secuestrados. Durante el cautiverio de los cooperantes catalanes se mejoró
notablemente este punto en relación con
lo ocurrido durante el secuestro del Alakrana.
En el caso de los familiares de los militares afectados por el siniestro del
helicóptero del Ejército del Aire también parece haberse aprendido la lección
por parte de las autoridades.
3. No es fácil
compatibilizar la libertad de expresión con la responsabilidad necesaria a la hora de tratar las operaciones
en el exterior de nuestras Fuerzas
Armadas o de nuestro servicio de inteligencia. Pero en esta misión el papel de los medios de comunicación
se revela fundamental y debe ejercerse con rigor, independientemente de si el
secuestro se produce dentro o fuera de
nuestras fronteras e, incluso, más allá del resultado final del mismo.
4. Las
informaciones deben ser rigurosas y contrastadas. Las noticias falsas o que desvelen
planes “sensibles” deben evitarse con el fin de evitar dar “munición” informativa al
adversario.
5. Los
criminales no son unos interlocutores más ni pueden ser tratados como tales por los medios de comunicación.
6. Debemos evitar
que el adversario pueda descubrir, identificar y aprovecharse de nuestras vulnerabilidades. No resulta difícil realizar un seguimiento de las informaciones y de las reacciones de todo tipo que el rapto de compatriotas provoca en los ámbitos gubernamentales, judiciales, partidistas o en las propias familias los secuestrados.
Esperemos que los errores no se repitan. Que las prisas intrínsecas a Internet y a la competencia entre medios de comunicación no nos hagan perder la razón última de informar con rigor. No nos lo podemos permitir. Y los familiares de las personas desaparecidas o secuestradas menos que nadie.
Fernando Ibáñez.
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